Entre la antigua luna y el nuevo sol
Lucrecia Méndez de Penedo, octubre de 2023
Tiempo de Lectura: 7 minutos
Lucrecia Méndez de Penedo, octubre de 2023
Tiempo de Lectura: 7 minutos
En Antigua Luna, [1] Magda Zavala traza un recorrido poético oscilante por Antigua, ciudad-testimonio de fantasmales escenarios del pasado y su actual degradación urbana y por su historia depredadora de colonización y su neocolonialismo turístico posmoderno y transnacional. Pero también una sutil articulación entre esa historia no oficial revelada y la propia historia íntima que corre por binarios similares de sujeción. Diseña un entrecruce histórico pendular entre dos ejes, uno en horizontal (tiempo) y otro, en vertical (espacio), colocados ambos simultáneamente en el escenario soberbio de una ciudad del siglo XVI –calificada como Patrimonio Cultural de la Humanidad por Unesco-, que sigue palpitando entre ruinas, custodiada por el colosal y casi siempre silencioso Volcán de Agua. Y por una antigua luna que cíclica e indiferentemente ilumina apenas la ciudad aparentemente dormida y en penumbra.
Magda pretende dar el anverso y el reverso de la postal turística, al ir desvaneciendo el colorido y el cliché – trampas fáciles cuando se trata de una ciudad por demás seductora-, para descubrir el otro rostro, pudorosamente escondido o cómodamente ignorado como un contrapunto que le da espesor y sentido a su discurso. Es decir, una subyacente perspectiva histórica de la realidad, delineada en binarios rígidamente contrapuestos pasado/presente, colonizador/colonizado, generados desde la Conquista de los territorios prehispánicos del istmo y prolongada en una neocolonización transnacional. Precisamente por esa historia de violencia y explotación la voz poética exige un futuro utópico calcado sobre el modelo de una supuesta arcadia prehispánica.
La narrativa de este itinerario la realiza un sujeto poético en doble vertiente: la de visitante y la de exploradora. De esta forma, consigue elaborar un discurso crítico y testimonial. Su mirada, deslumbrada por la belleza de la ciudad, va inevitablemente descubriendo el revés llagado de la historia: “Esta ciudad carga cruz/ de Semana Santa” [2], para confrontarla con la imagen idealizada del paraíso perdido. Se conmueve por la hermosura marchita de la ciudad: calles, plazas, palacios y templos, a la par que lamenta las escenas de miseria humana que incesantemente empañan el paisaje urbano. Así, en parte es un poemario homenaje por el tono elegíaco apreciable en varios poemas: “Por esta ciudad de enredaderas floridas/ y pasos errantes,/ por haber vencido al tiempo,/por guardar sus ruinas como reliquias,/por cuidar los tenamaste/para el fuego vital, por sus misterios;/nuestra inclinación respetuosa,(…).” [3] Por otra parte, hurga detrás del esplendor de las reliquias y escombros seculares, y saca a luz los lacerantes despojos humanos que siguen existiendo. “Y nuevos muertos, sobre viejos huesos. /Los panteones en el siglo XXI” [4]
No obstante, su visión no es derrotista, ya que a lo largo del recorrido, va incorporando poemas augurales para un futuro luminoso que restaure una armonía violada por las dos colonias. ” Celebremos ante la noche de Ixchel/ y a plena luz del sol/este cinto nuestro/y puente del abrazo. /Y se restauren las alianzas, se rehabiliten los nexos, /se restituyan los sueños.”[5]
Antigua luna recoge lo que su autora llama “poemas visitantes” dedicados a turistas y a pobladores de esa ciudad, invitándolos a afinar la mirada, ya que el poema se va revelando como una original guía turística a una especie de contemplación, años luz de los viajes enlatados. Si logra motivar la curiosidad y el valor de meter la mano en el costado de esa ciudad, Antigua le revelará los secretos de la verdadera historia no oficial de Guatemala. Por otro lado, el sujeto poético, que en su registro oscila entre un tono ceremonial y prosaico, va relacionando su propia estación sentimental –de soledad dolida-, con el señalamiento de la opresión.
” Capital de los confines”, la primera sección, inicia con una reverencial salutación a la ciudad de Antigua donde se concentra el origen común.”(…) nuestra inclinación respetuosa,/ como en las cuatro esquinas del universo/nuestra veneración y agradecimiento,/para celebrar el origen común,/(nuestra hermandad, (…)”[6]
Luego va diseñando una especie de mural donde los personajes legendarios de la colonia van cobrando vida: Don Pedro de Alvarado, el conquistador, doña Beatriz de la Cueva, la Sin Ventura, doña Luisa de Xiconténcatl, la princesa entregada a don Pedro, doña Leonor de Alvarado, la hija mestiza, Sor Juana de Maldonado la monja poeta, pero también el Santo Hermano Pedro de Betancourt, Rafael Landívar, Bernal Díaz del Castillo, Francisco Marroquín, y tantos españoles y criollos ilustres sepultados en conventos e iglesias. Afuera, los otros, los anónimos, como ejemplo de que la muerte no salva las distancias, sino que marca radicalmente las fronteras del poder. Y se pregunta si el fenómeno no se sigue repitiendo: “¿Y habrá muertos desconocidos en fosas comunes/entierros clandestinos del período de la guerra? / ¿Quién puede saberlo? / Hay exhumaciones también en Antigua”[7]
Como contraste cierra con Tecún Umán, el héroe legendario k’iche’ de la libertad, y como estrategia descontextualiza y actualiza su figura con una pregunta casi retórica; “Tecún Umán, / por defender a los suyos,/por oponerse a la Conquista,/¿sería hoy un terrorista?”[8]
En “Espacio y voces”, sección segunda del texto, el sujeto poético recorre los espacios urbanos de la Antigua de ayer y hoy, como realidades superpuestas con tiempos diversos pero simultáneos. Se instala en una casa antigüeña de patio y corredores y luego va iniciando su visita a lugares emblemáticos como la calle del Arco, joya arquitectónica pero también “gran escenario del despojo”[9] . Allí, desplazadas a orillas de la calle, las mujeres mayas se encuentran vendiendo cualquier cosa; más allá, el mercado donde la colorida abundancia contrasta con el hambre.
En el poema “Luna en Antigua” el sujeto poético emprende una caminata bajo la luz de la luna por “la ciudad testimonio” [10] que le permite cruzar tiempos y espacios a través de huellas palpables. Debajo de esas “(…) piedras mordidas por los siglos, /”[11], descubre la tragedia subyacente: “Las voces de angustia/ clamando durante terremotos, /ejecuciones y levantamientos por justicia/desde tiempos del exterminio, /todo el cúmulo en ese espacio sollozante,/en muros cubiertos de flores y suspiros.”[12]
Su mirada penetrante desenmascara la vejación de una comercialización torpe que deja a la ciudad colonial a la intemperie: “Un humo transnacional/envuelve a la Antigua del presente.” [13] En “Ciudad hotel. Poema collage” la autora utiliza afortunadamente la ironía y las estructuras reiterativas para dar relieve al contenido y ritmo al poema respectivamente. Va enumerando un hotel detrás de otro con sus ofertas para turistas evidenciando que lo importante es decir “estuve”, sin importar si realmente vieron y escucharon los secretos detrás del espejo.
Como a lo largo de cada una de las tres secciones, los poemas de tinte social se encuentran persistentemente insertados, con actitud de auténtica compasión pero duramente acusativa. No obstante, persiste en imaginar un futuro luminoso donde: “Se celebrará entonces el nuevo sol/sin bota militar, /sin persecución/ni violencia asesina. /No habrá más dioses sangradores/ni sacrificios rituales, /ni diezmos” [14]
Cierra el volumen con la sección III, “La visitante”, centrado en un viaje interno del sujeto poético dolido por la ausencia del ser amado, exacerbada por la soledad circundante y quizás hasta suscitada por la atmósfera un poco nostálgica de Antigua. Todo viaje presupone expectativas, descubrimientos, aventuras. Sobre todo este tipo de viajes que son casi peregrinaciones, ya que constituyen recorridos en profundidad que a veces ocasionan transformaciones intensas. Esta postura de honda y silenciosa introspección, le evidencia la imagen sin retoques de una relación en ruinas –acaso proyección emocional de las de la ciudad. Paralelamente, aflora una y otra vez el rostro lastimado de esa ciudad y ese país, enmascarado detrás del folklore adocenado, de la falsa seguridad de sus calles de pintorescos faroles, de la gloria de sables y apellidos de y para unos cuantos, del cinismo de la doble moral hacia los marginados por todo tipo de marcas identitarias, por mencionar algunos temas relevantes.
La despedida es una promesa doble a la ciudad y a sí misma. Por una parte, se compromete a fusionarse con las raíces de la cultura originaria para defenderla, y por otra, no caer en el victimismo autodestructivo a la manera de Doña Beatriz de la Cueva: “(…) calzaré su tristeza callejera, /beberé sus misterios, /me empaparé de sus lluvias/ y no seré –lo juro- jamás/la Sin Ventura.” [15]
El viaje que aparentemente inició siendo nada más que el registro poético de una estancia de trabajo se va convirtiendo en un fluido peregrinaje hacia dentro y hacia afuera del sujeto poético, pero a la vez, orientado, a pesar de los tropiezos, hacia adelante. La voz poética reclama su derecho a un territorio liberado de cadenas cíclicas. Sin desechar la belleza lunar que imprime misterio y encanto a la ciudad, esboza un espacio ideal bajo la luz del sol para salir al futuro, tanto de la historia con mayúscula como de su historia. Así, una antigua luna -en Antigua y en ella-, va dejando el paso a un nuevo sol.
(Participación de Lucrecia Méndez de Penedo en la presentación conjunta del poemario Antigua Luna de Magda Zavala, Guatemala, Instituto de Cultura Hispánica, jueves 20 de julio,2017)
_____________________________________________
[1]Zavala, Magda. Antigua Luna. Heredia, Costa Rica: Letra Maya, 2017. Todas las citas proceden de este volumen, por lo que en las citas al pie de página solo se indicará la página o páginas correspondientes
[2] “Luna en Antigua”, p. 40
[3] “Salutación”, p.11
[4] “Reposan en Antigua”, p.29
[5] “Desde el sur”, p. 13
[6] “Salutación”, p.11
[7] “Reposan en Antigua”, p.30
[8] “Tecun Umán en la espada de Alvarado”, p. 32
[9] “Calle del Arco de Santa Catalina”, p. 36
[10] “Luna en Antigua”, p. 40
[11] Ibid.
[12] Ibid.
[13] “Narcolepsia”, p.49
[14] “Ascenso”, p.60-61
[15] “Antigua Scripta”, p.77
D.ª Lucrecia Méndez de Penedo
Doctora en letras por la Universitá degli Studi di Siena, Italia.
Ensayista, investigadora, docente universitaria, crítica literaria y de arte, columnista de opinión.
Subdirectora de la Junta Directiva de la Academia en agosto de 2021