Carlos Gerardo González Orellana: «La literatura, desde que tengo memoria, ha sido una pulsión o un lugar seguro, de gozo»
por Noe Vásquez Reyna
por Noe Vásquez Reyna
Fotos: Carlos Gerardo González Orellana
«Me llamo Carlos Gerardo González Orellana, soy mestizo, originario de El Jícaro, El Progreso. También soy poeta y, actualmente, estoy estudiando un doctorado en la Universidad de Tulane. Soy profesor, estoy dando clases aquí en Tulane, como parte del programa, y he dado clases en la Universidad Landívar, en Guatemala, durante muchos años», así se presenta este escritor guatemalteco nacido en 1987 y que accedió darle una entrevista a la Academia Guatemalteca de la Lengua.
González Orellana es un joven intelectual prometedor y creativo que se ha trazado metas desde pequeño. Al terminar la secundaria ganó una beca para cursar su primera carrera universitaria en la capital: Ingeniería Química. Al mismo tiempo estudió Letras, ya que tenía muy claro que lo que quería era estudiar literatura. «Cuando cumplí los propósitos que yo quería cumplir, como con los réditos económicos que deja la ingeniería, me cambié de profesión. Comencé a dar clases y a estar más en el lado de las humanidades; ya había estudiado la carrera de Letras, aunque no me había graduado, pero estaba por graduarme de la maestría en Filosofía».
Con más de cinco años trabajando como ingeniero, y con su maestría en Filosofía y su licenciatura en Letras terminadas, se dibujaron las rutas para desempeñarse en la docencia, como también en la edición y publicación. «Estuve trabajando con Prensa Comunitaria durante un tiempo, y eso me abrió la posibilidad de estar también en el campo de la publicación y el periodismo comunitario. De alguna manera, un poco más políticamente posicionado en el contexto de los medios de comunicación en Guatemala».
Con un carácter amable, nada pretencioso y dado a compartir, Carlos Gerardo es un ávido lector, tras el cual se intuye un disciplinado y curioso ser en formación constante: «Bueno, realmente me ha gustado la literatura desde siempre. Desde que tengo memoria, ha sido como una pulsión o un lugar seguro, por decirlo así, de gozo. Es algo que yo he disfrutado siempre. He tratado de vincular mi trabajo, tanto a nivel académico como a nivel creativo, con las cosas que me gustan, digamos, con el gozo, que sea algo que yo también disfrute».
González Orellana fue profesor de literatura y teoría literaria en la Universidad Rafael Landívar en Guatemala, donde coordinó la Maestría en Literatura Hispanoamericana y la Maestría en Filosofía. Fue coordinador de la revista Cultura de Guatemala y las publicaciones del Centro de Pensamiento Crítico Antonio Gallo, de la Facultad de Humanidades de la misma universidad. Ha sido docente invitado en la red de posgrados de Consejo Latinoamericano para las Ciencias Sociales (Clacso) y en el programa de Maestría en Literatura Centroamericana de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras.
En 2017, su poemario Genealogías ganó el Premio Centroamericano de Poesía Ipso Facto promovido por la editorial salvadoreña equiZZero. Dos años después, en 2019, ganó el Premio Hispanoamericano de Poesía promovido por la editorial mexicana Praxis por su libro Intemperie.
«Siempre ha sido muy importante para mí la poesía y asumirla con seriedad, lo cual ha sido difícil, porque realmente, incluso en el ámbito literario contemporáneo, la poesía, por lo menos en el contexto centroamericano en específico, es el género que más se escribe. Hay muchos poetas y muy pocas personas que leen poesía. Eso hace que tanto la lectura y las actualizaciones de estar al día de lo que ocurre en el ámbito poético sea difícil, pero también hace que el reconocimiento sea bastante en el ámbito de lo simbólico. Creo que los reconocimientos que se hacen en el ámbito literario, en el ámbito del respeto, al final, son una cuestión de gustos muy particulares. A muchas personas no les gusta la poesía y a algunas personas les gusta textualidades muy específicas».
El trabajo poético de Carlos Gerardo ha traspasado algunas fronteras. Después de haber publicado en Guatemala, también lo ha hecho en México, El Salvador, una pequeña plaqueta en España y algunos de sus textos se han incluido en antologías en Argentina y en otros países, así como en antologías de educación secundaria guatemalteca.
Entre sus libros de poesía se encuentran Música rara (2015), Genealogías (2017), Intemperie (2019), La hoguera invisible (2020), Sedición (2021) y Habitar las islas (2022), además de varios artículos académicos.
Después de haber culminado la maestría en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Tulane, Nueva Orleans, Estados Unidos, en este momento Carlos Gerardo continúa un programa de doctorado en esa misma universidad. «En general, el programa del doctorado ha estado lleno de desafíos, y también requiere mucha apertura intelectual para leer muchísimas cosas, y creo que, para una mente curiosa, digamos intelectualmente, es un espacio muy estimulante. Siempre hay conversaciones interesantes, estímulos, referencias, películas, proyecciones. Todo el tiempo estás sujeto a conocer el trabajo que están haciendo tus colegas. También es importante, aunque a veces es difícil, pensar en el trabajo académico como un trabajo creativo también, como un espacio para proponer ideas, disfrutes, textos que puedan disfrutarse, o diálogos que puedan imaginarse y que puedan disfrutarse».
El tema de investigación que trabaja González Orellana en su doctorado se vincula con la región centroamericana, en cuanto a poesía, novela, testimonio y cine, lo cual también lo incita a seguir escribiendo tanto textos poéticos como ensayos, incluso sobre escritores como el argentino Juan Gelman o el guatemalteco Winston González. En el tiempo que lleva en Nueva Orleans, a distancia, ha asesorado tesis de estudiantes guatemaltecos y también colabora con la editorial guatemalteca Tujaal en la revisión de textos y corrección de estilo.
Carlos Gerardo está consciente de que los contextos académicos estadounidense y guatemalteco son muy disímiles. «Estar dedicándote a una investigación me parece que es un privilegio muy grande, sobre todo considerando los contextos de los que uno viene. Pienso que eso [significa] un esfuerzo muy grande y también le da otra dimensión política que tiene que ver con el cuerpo: lo que implica estar investigando y produciendo cosas, poniendo el cuerpo en Guatemala, es algo muy difícil. Es algo que he aprendido a valorar, porque muchas de las personas que están trabajando, por ejemplo en la Landívar, tienen muchas responsabilidades administrativas, muchas responsabilidades académicas, están dando muchísimos cursos también. Eso hace que este tipo de producción académica esté posicionada políticamente en otro lugar».
Para esta entrevista, González Orellana nos recomendó algunas lecturas que está descubriendo y que lo emocionan: «Estaba justo leyendo ahora este poemario que se llama Algarabía, de Roque Raquel Salas, un poeta trans puertorriqueño que está muy bien». También mencionó La tumba de Antígona, de la filósofa española María Zambrano, a quien considera una escritora «iluminadora»; la poesía del poeta cubano Severo Sarduy; el libro Visual Disobedience, de Kency Cornejo, sobre arte centroamericano; Sílabas Negras, antología poética de Antonio Gamoneda; Madre Miedo, de la poeta quetzalteca Ángela Eunice Sacalxot; Moronga, del reconocido Horacio Castellanos Moya; Sustancia de hígado, de la salvadoreña Michelle Recinos; y Omeros de Derek Walcott, Premio Nobel de Literatura 1992.
Carlos Gerardo afirma que a nivel académico hay un enorme silencio sobre lo que se hace en Centroamérica. «Hay un silencio muy grande sobre propuestas culturales que son muy fuertes, que tienen un enorme valor y un gran peso político también, pero que parecieran ser invisibles a este gran mercado editorial contemporáneo, exceptuando algunos nombres, como el de Rodrigo Rey Rosa, Castellanos Moya, Claudia Hernández. Luego están Sergio Ramírez y Giaconda Belli, pero me parece importantísimo fomentar la discusión sobre las propuestas culturales centroamericanas en general, tanto desde dentro como desde fuera. Por eso creo que estos espacios como el que está promoviendo la Academia Guatemalteca de la Lengua me parecen muy pertinentes. En los últimos años, la Academia se ha dinamizado mucho».

Mujeres que escriben – Pódcast -Episodio 8: María del Rosario Molina